23 años de Los Acuerdos de Paz
Una paz para la burguesía y una guerra social para la clase trabajadora
“Los dirigentes que conocen la verdad ‘en su medio’, entre ellos, y no la participan a las masas porque éstas son
‘ignorantes y torpes’, no son dirigentes proletarios. Uno debe decir la verdad. Si sufre una derrota, no debe
intentar presentarla como una victoria. No ser sinceros con las masas por ‘engañar a los enemigos’ es una
política necia e insensata. El proletariado necesita la verdad y nada es tan pernicioso para su causa como la
‘mentira conveniente’, ‘decorosa’, de mezquino espíritu” (Valdimir I. Lenin).
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Por Ernesto (“Neto”) García.
Después de 23 años de los acuerdos de paz, parecería que este nuevo gobierno, sería el que llevaría a cabo los cambios estructurales que habían quedado pendientes, durante todos estos años. Nuestro pueblo sigue esperando la justicia, el juicio y castigo para los asesinos y militares genocidas, hoy más que nunca, en medio de la crisis económica, violencia y ataques a los derechos de la clase trabajadora, debemos hacernos la pregunta:
¿Cuál fue la naturaleza de esos acuerdos en el marco del proceso revolucionario que vivió nuestro pueblo? ¿Era posible construir la paz para la clase trabajadora a las puertas de la aplicación del modelo neoliberal en los años 90?
Los acuerdos de paz: La concreción de la política de reacción democrática del imperialismo.
Para inicios de la guerra, el imperialismo y las burguesías latinoamericanas ya hacían sus primeros esfuerzos por encontrar una solución política a la guerra, en nuestro país los diálogos y negociaciones prácticamente estuvieron presentes en todo el desarrollo de la guerra civil.
Era claro que para ese entonces al imperialismo se le hacía imposible, derrotar la revolución mediante la intervención directa de sus tropas, cosa que no era del agrado para el sector de ultraderecha de la burguesía imperialista; el proceso que se iniciaría, tendría que incluir en aquel entonces, el acuerdo entre republicanos y demócratas, ya que los dos partidos del imperialismo comparten un mismo objetivo, que es derrotar o desviar las revoluciones en cualquier parte del mundo.
Para dar unidad y para cumplir ese objetivo es que se crea a principios de los años 80s, la comisión Bipartidista sobre Centroamérica, más conocida como la Comisión Kissinger (que unificó a Demócratas y Republicanos en un plan para aislar y desmontar los procesos revolucionarios en Centro América). Todos ellos coincidieron en que Estados Unidos debía mantenerse en Centroamérica para “defender su propia seguridad nacional”, que debía apoyarse económica y militarmente en las dictaduras.
El presidente de Estados Unidos en esa época Ronald Reagan, puso en práctica la política de la zanahoria y el garrote: que consistía en presionar militarmente para obligar a la dirección sandinista y del FMLN a negociar.
Como parte de la zanahoria, Se propuso la iniciativa para la cuenca del Caribe y alentó la política de dialogo del presidente mexicano López Portillo, estos fueron los antecedentes inmediatos que darían pasó a la creación del Grupo Contadora, Comisión conformada por varios países latinoamericanos. Iniciativa para impulsar procesos de negociación entre las organizaciones guerrillas centroamericanas y los gobiernos, junto con el apoyo del imperialismo, el estalinismo y la socialdemocracia, a fin de ahogar las revoluciones mediante el camino de la negociación.
Acuerdos Reagan EEUU- Gorbachov, que llevaron al desmantelamiento de la revolución centroamericana y luego a la propia ex Unión Soviética
Esto vendría acompañado de toda una oleada de negociaciones en el plano nacional, pero que ya se habían definido en el marco de la política que se había trazado el imperialismo.
No es de extrañarse que para 1983 una de las principales polémicas dentro de la comandancia del FMLN, fuese en torno a cómo encarar esas negociaciones, polémica que tuvo sus costos humanos, uno de ellos Cayetano Carpio y militantes de las FPL que fueron purgados al viejo estilo de los métodos de asesinato del Estalinismo.
De izquierda a derecha Shafick Handal PC-FMLN y Fidel Castro—Cayetano Carpio, fundador del FMLN— Joaquín Villalobos FMLN-ERP firme impulsor de la “paz” y asesino de Roque Dalton.
En concreto el imperialismo norteamericano tenía una política que consistía en dos fases: “por un lado, acosar al gobierno del FSLN con la contrarrevolución armada de la guerrilla de los “contras”, al tiempo que enfrentaban militarmente al FMLN entrenando y armando al ejército salvadoreño.
Pero, al lado de estas acciones militares, la principal y verdadera política del imperialismo y sus aliados era hacer retroceder la revolución por medio de las negociaciones y presiones, sobre el FMLN para que capitulase a sus propósitos y firmara un acuerdo de paz, abandonando la idea de tomar el poder e instaurar un gobierno “democrático popular”. Este fue el objetivo fundamental de Contadora”
(Bernardo Cerdeira. Centroamérica, perspectivas de la revolución treinta años después. Marxismo Vivo, n21. pág. 41)
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La comandancia renunció a la revolución y aceptó ser parte de la nueva farsa “democrática”.
Después de la guerra el FMLN deja de ser guerrilla, y pasa a ser parte de la falsedad de la democracia capitalista, de la democracia de los ricos, transformándose en un partido más dentro del régimen. En donde lo estratégico, es quien tiene más diputados, alcaldías y centralmente el control del gobierno.
Ahora bien, este proceso de hacer retroceder la revolución mediante la política de negociación no hubiera sido posible, sin la aprobación y participación de la dirección del FMLN, y decimos la dirección, es decir, la comandancia en aquel momento, porque el grueso de combatientes en la mayoría de casos no estaban de acuerdo en terminar la guerra de esa manera, es aquí, donde los revolucionarios fueron y seguirán siendo los miles de combatientes guerrilleros, que se mantuvieron fieles al objetivo de tomar el poder y hacer la revolución.
En el marco de la nueva situación, la ex comandancia, hoy la cúpula burocrática que dirige el partido FMLN, comenzó a vender la idea a la militancia del FMLN que la única forma de hacer los verdaderos cambios en este país, pasa fundamentalmente por ganar las elecciones, y que organizar a los trabajadores de la ciudad, y el campo en sindicatos, asociaciones, y otras formas organizativas de la clase trabajadora ya no sería necesario para hacer la revolución.
Lo que tratamos de decir, no es que las elecciones haya que rechazarlas, ya que para los y las revolucionarios, estas deben ser solamente espacios tácticos en la lucha, es decir, un medio para hacer llegar en épocas electorales nuestras ideas y programas de lucha a mayor cantidad de trabajadores. En cambio, para la burguesía y los partidos de derecha, las elecciones son el fin, son una estrategia, ya que de ello depende mantener dormida la consciencia de la clase trabajadora, y poder así, hacerles creer que la mejor forma de democracia es manchar una papeleta cada 3 o 5 años.
Movilización y Negociación
Para las y los revolucionarios existe un lazo dialéctico entre la movilización y la negociación. Sabemos que toda lucha sindical, política, o militar entre las clases no puede ser continua. Forzosamente requiere pausas, avances y retrocesos, igual que los combates de cualquier índole. Por eso resulta ridículo oponerse en general a las negociaciones. Ellas son parte necesaria en determinados momentos de la lucha de clases. Lo que sí está en discusión es el lugar que pueden ocupar las negociaciones en relación con los objetivos de la lucha revolucionaria.
La actitud revolucionaria ante una negociación o mediación es fijarle como único requisito, que no ponga en peligro una movilización mayor. La práctica nos ha enseñado que ese requisito se concentra en dos estipulaciones precisas: la negociación no debe ser secreta y no debe de poner en juego los objetivos, es decir, la continuidad de la lucha. Si una de esas condiciones no se cumple no es negociación sino capitulación y traición. Pero para dejar más claro a lo que nos referimos veamos un ejemplo:
Cuando la negociación se da a espaldas ya sea de los combatientes en el caso de la pasada guerra, o de los trabajadores en el caso de una lucha sindical, se produce el desconcierto de las bases. Ese es el método de una dirigencia burocrática.
En una huelga sindical cuando se actúa con estos métodos, se produce en los trabajadores un escepticismo que se convierte en desconfianza, llegándose a preguntar si la dirigencia se reúne inconsultamente con la patronal, aun en medio de la huelga generalmente se ve confirmado con los resultados. Cuando la negociación, además de secreta afecta directamente los objetivos de la lucha no puede siquiera
adoptar ese nombre, ya que las bases que se están movilizando en las marchas o están en la huelga no son consultadas.
Creemos que esta dinámica adquirió el proceso de negociación de los acuerdos de paz, en qué momento se les preguntó o informo al grueso de los combatientes sobre el contenido y el carácter de los acuerdos, cuando se estaba combatiendo a una dictadura y un ejército financiado directamente por el imperialismo norteamericano.
Veintitrés años después esos mismos combatientes a los que no se les consulto ni pregunto acerca del contenido de esa negociación, hoy sufren una de las peores exclusiones sociales y económicas, muchos anuncios podrá hacer el gobierno sobre los programas para atender las necesidades de salud, trabajo etc.
Pero la preguntan es ¿por qué no se dan pensiones dignas para las familias de los combatientes que murieron en combate? al contrario de eso solo se ofrecen migajas de pensiones, que no alcanzan a cubrir las necesidades más básicas, en medio de la crisis económica y del constante aumento del costo de la vida.
Firmar papeles, para dejar intacto el sistema capitalista
Lo que se garantizaría con la firma de los acuerdos de paz es que el sistema capitalista, y todas sus injusticias siguieran vigentes en nuestro país, es por eso que nunca se habló en esos acuerdos, que tenía que haber una verdadera reforma agraria, independencia, y soberanía de cualquier potencia capitalista, llevar a juicio y castigo a los militares genocidas, además de crear una nueva constitución más democrática, llamando a una asamblea constituyente y mucho menos de expropiar a la burguesía y al imperialismo. Es decir, el sistema económico y el poder de los ricos se seguiría manteniendo.
En el marco de esa situación, resulta imprescindible volver a analizar, lo que en verdad paso, tras la firma de los acuerdos de paz, un balance que esta pendiente desde la izquierda revolucionaria marxista, es por eso que este articulo constituye un aporte a ese balance, con todo y los errores que pueda haber en mis opiniones.
Ahora es más evidente cuales eran los objetivos del imperialismo recomponer el régimen capitalista, y volver a las direcciones de los procesos revolucionarios, buenos funcionarios del Estado Burgués para que se convirtieran en verdaderos burócratas, que garantizaran que el sistema capitalista y su falsa democracia, se recompusiera tras más de 12 años de guerra civil.
Después de más de dos décadas tenemos toda una guerra social en contra de la clase trabajadora, los acuerdos de paz en ningún momento tocaron la raíz estructural que había causado la guerra, es decir, el sistema capitalista. El imperialismo fue muy cuidadoso al garantizar que en el proceso no se tocaran esos temas, y claramente los comandantes que negociaron esos acuerdos tampoco hicieron presión para que se incluyeran los temas económicos. Se firmó un cheque en blanco a la burguesía y al imperialismo, dejando el terreno despejado para la
aplicación todo el paquetazo de las reformas neoliberales en los años 90, que vendrían a privatizar sectores claves del Estado.
Problemas como la violencia junto con el nivel de desempleo son los más graves, la degeneración que el capitalismo está ocasionando en el tejido social de nuestro país, tiene como consecuencia por un lado, que los muertos en esta guerra social sean del lado de la clase trabajadora, y las estadísticas no dejaran mentir, cada día que pasa se convierte en un desafío sobrevivir en esta país, con más de 15 asesinatos diarios. Y con una economía que se mantiene a flote gracias a las remesas de los miles de salvadoreños en los Estados Unidos.
En conclusión: tenemos un país que camina hacia una catástrofe producto de la aplicación de décadas de un modelo neoliberal, mismo modelo que administra este gobierno de conciliación de clases, es decir, este gobierno compuesto por el sector burgués de los Amigos de Mauricio, y por la cúpula del FMLN. Un gobierno que en la práctica actúa como verdadero garante de los intereses de la burguesía y el imperialismo, cumpliendo su trabajo como un verdadero empleado que administra fielmente los negocios de su patrón.
La clase trabajadora y los sectores populares no debemos de quedarnos con los brazos cruzados ante esta realidad, que la traición de las dirigencias y las cúpulas no implique desmoralización, ni mucho menos retroceso en nuestras luchas. Pero esta realidad catastrófica tiene una salida y esa es la movilización permanente de la clase trabajadora, utilizando sus métodos de lucha, como las huelgas, las marchas, cierres de calles etc.
Lo que está planteado en estos momentos es construir la mayor unidad en la acción de los sindicatos, y organizaciones populares, bajo un solo plan de lucha, para enfrentar esta ofensiva de la burguesía y su gobierno.
Pero esta batalla también tiene una expresión política y es la necesidad de construir una nueva dirección revolucionaria, es decir, la construcción de un partido revolucionario y socialista de la clase trabajadora, como herramienta política de lucha, no un partido para las elecciones, sino, un partido para la acción para la lucha de clases. Confiar en nuestras propias fuerzas como clase trabajadora, debe ser la consigna que nos debe de unificar.