LA PROMESA DEL MUERTO

05/06/2021
Lechería

Cuento corto, por Miguel Barrios Gutiérrez

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Serían las once y media de la mañana cuando Toño Valverde escuchó el tañido de las campanas de la pequeña ermita.

Se encontraba como siempre trabajando en la finca de su propiedad. Preparaba un terreno para la siembra de maíz, que debería efectuar durante los primeros aguaceros que ya pronto se avecinaban, pues transcurría el mes de junio y muy pronto llegaría el invierno.

Así se pasaba todo el año, de maíz a frijoles y de frijoles a maíz, entrelazados con verduras y una que otra hortaliza.

 

También Toño tenía gallinas ponedoras, las cuales alimentaba con el maíz que producía, así que además de palmear gruesas tortillotas, podía freir huevos, y eso con café y ya desayunaba.

Ésa era su vida, sencilla y diáfana como la del campesino honrado.

Vivía solo desde que su mujer lo dejó para juntarse con otro, y decidió de ahí en adelante llevar una vida de ermitaño, y no volver a confiar en las mujeres nunca más.

 

Aunque vivía pobre, con su finquita y su ranchito, construído con la corteza de árboles de palmito y techado con hojas de palmilera, tenía de sobra para comer, pues no podía consumir todo lo que producía.

 

También poseía Toño Valverde un pequeño potrero, en donde hacía como un año había hechado un par de terneras. Una de ellas, por no sé qué peste se le murió, y la otra, antes de que fuera a correr la misma suerte, decidió venderla.

 

—— “Yunque sia fiada vendo esa fregada” —decía— “mantres me la paguen …”

 

No era que necesitara el dinero, simplemente quería deshacerse de la ternera para sentirse más descansado.

Estaba muy viejo (según él mismo contaba) como para estar batallando con terneras ; ya que una vacuna, ya que un desparasitante, ya que garrapatas, que tórzalos, que murciélagos. Y por fin, cuando llegaran a dar leche… “quién diantres” se iría a tomar toda esa leche, si él ni güilas tenía? (bueno, ésa era su manera de pensar).

 

Lo cierto del caso es que apareció un comprador: el Cholo Mora, quien le aseguró “por ésta” (y con toda reverencia atravesó el dedo índice detrás del dedo pulgar, besando luego la uña del pulgar), que le cancelaría la deuda con la venta de la cosecha de frijoles.

Pero los frijoles se sembraban en diciembre y se cosechaban en marzo, y ya corría el mes de junio, y el Cholo Mora no aparecía con la plata.

 

——“Arastos, qué lihabrá pasado?  El Cholo siempre ha siu muy responsable.”

 

Así se lamentaba Toño.

Ah pero yo, que soy el que les está contando el cuento, me fuí yendo de rama en rama como las ardillas, y lo que les quería contar es que Toño Valverde, que había escuchado campanadas esa mañana en el pequeño pero risueño pueblito, situado al pié de la montaña junto al río, dedujo que no se trataba de alegres llamadas a festival religioso, sino que eran campanadas de duelo. Sí, porque sonaba un solitario tañido y como a los cinco segundos otro, y así.

 

——“Alguien se murió” pensó Toño. “Quién sería?”

 

Toño continuó sumido en su trabajo, y no se volvió a acordar más del asunto.

Al caer la noche regresó a su rancho, prendió el fuego de leña para calentar su comida, y luego de comer, como era su costumbre en las noches de verano, salió a sentarse en un viejo tronco de árbol caído frente a su rancho, junto al camino de tierra.

Siempre iba acompañado de su cuchillo y su foco de baterías.

Esto lo acostumbraba hacer, decía que mientras le agarraba sueño, además mientras se apaciguaba el calor y se le “bajaba” la comida.

 

Estando sentado en el tronco de árbol, con el foco en la mano, vió que venía una luz por el camino; al pasar cerca de él, como no lo podía distinguir en la oscuridad, Toño prendió el foco y le alumbró la cara, reconociéndolo inmediatamente.  Era nada menos que el que le debía la plata de la ternera.

 

—— “Pero si es el Cholo Mora !!

——“Diay Cholo? , qué vientos lo traen por estos lados? Dende que que me compraste la ternerita nunca más volviste a pasar por aquí !!”

 

—— “Sí, Toñito. Casi siempre me voy por el atajo … es que’s más cerca…”

 

—— “Y qué… por fin qué?… La ternerita en qué paró?”

 

—— “Pos ahí va, creciendo.”

 

—— “Así que creciendo? Y dígame una cosa Cholo, vos que vivís más cerca del pueblo,  no sabés quién se moriría hoy por allá abajo?”

 

—— “Pos no, por qué?”

 

—— “Es que escuché campanas en la mañana.”

 

—— “Debe ser llamando a misa”.

 

—— “Noo, eran de duelo, las reconozco bien”..

 

—– “Pos yo no oyí nada. Ah, Toñito, quería dicile, por la plata’e la ternerita no te priocupes, yo no te la voy a quedar debiendo. Mañana mismo la recibirás, ya lo verás.”

 

—– “Está bien Cholo. Buenas noches.”

 

—– “Adiós.”

 

Y ya después en el rancho, al acostarse Toño piensa para si mismo:

 

—– “Oh Cholo. Que me paga mañana dice.  Qué raro, debe estar agripao. Le suena la voz demasiado ronca. Se me olvidó preguntale.”

 

Al día siguiente, en la pura mañana, venían del pueblo un pequeño grupo de campesinos que vivían más adentro, y al pasar junto al rancho sale Toño a preguntarles:

 

—– “No saben quién se murió?”

 

—– “El Cholo Mora” (Respondió uno de ellos.)

 

—— No puede ser !!

 

—— Claro que sí Toñito, nosotros venimos de la vela; ahora más tarde lo entierran, a las dos de la tarde.

 

—— Pero eso es imposible, yo anoche conversé con él. Por aquí pasó y estuvimos hablando; hasta me dijo que hoy me pagaba la plata’e la ternera.

 

Sus amigos reinician el camino.

 

—— Pero esperen pa esplicales.

 

—— Ya nos vamos, Toñito, buscate un viejilla, la soledá testá volviendo loco.

 

Y poco antes del entierro:

 

—— Doña Urgencia … qué vaina … qué siaga la voluntá de Dios … hay que tener pacencia y resignación. La acompaño en su sentimiento.

Disculpe que no pude venir anoche a la vela. Yo oyí las campanas ayer en la mañana, pero no pude averiguar quién se había muerto. Como por ayí no pasa casi naide… fue hasta hoy en la mañana cuando me avisaron unos amigos que iban de la vela.

 

—— No se priocupe, Toñito, Más bien muchas gracias por venir al entierro.  

También quería dicile que ayí le tengo la platica de la ternera. El finao me encargó antes de morir que se la entregara.

 

Toño Valverde caminó lentamente hacia el ataúd, abrió poco a poco la ventanilla y exclamó:

 

—— El Cholo Mora !! Increíble !!

 

Y en el rostro del Cholo Mora, parecía dibujársele una leve sonrisa de satisfacción por la promesa cumplida.