¿El programa de la Comuna de París es una utopía?
El hilo de la historia no se pierde: Del París de 1871 a Gaza y Bogotá en nuestros días
Por Manuel Sandoval
El 28 de mayo, hace ciento cincuenta años, con los combates desesperados au Cimetière du Père-Lachaise, termina el aplastamiento de los últimos “communards” que resisten, ya sin munición para sus rifles, las tropas del ejército burgués reconstituido en Versalles por Thiers para aplastar el gobierno obrero de París.
En setiembre del año anterior, la derrota de los ejércitos franceses, ha provocado la caída del régimen de Luis Bonaparte, “Emperador de los Franceses”, lo que lleva a que en un París sitiado por los prusianos, se declare la República, pese al sentimiento monárquico (favorable a una restauración de los Borbones o los Orleans) de la mayoría de la burguesía francesa, convertida en una sombra reaccionaria y conservadora de sus antepasados de 1789.
Los planes del gobierno de Thiers para desarmar la milicia obrera (la Guardia Nacional) y aplastar el descontento popular con tropas del ejército regular, llevan en marzo a que desde los barrios proletarios se lance a la Comuna a tomar el poder en París. Emerge así el primer gobierno del proletariado moderno, al que Marx y Engels habían asignado en el Manifiesto Comunista el rol de heraldo y portador de una sociedad libre de la naciente explotación capitalista.
La Comuna, sin embargo, sólo durará 72 días. El ejército prusiano ha abierto varios pasos en el cerco que mantiene sobre París, para que las tropas que ha reunido Thiers en Versailles entren a aplastarla. El desenlace se produce a partir del 21 de mayo. La Comuna, tras una semana de combates (por entonces París es una urbe de 1,6 millones de habitantes) desaparece, en medio de fusilamientos masivos en las calles de trabajadores y gente del pueblo. Algunos historiadores llegarán a hablar de 30 000 fusilados. El historiador Alistar Horne señala con base en testimonios de la época que: “El aspecto de París cambió de manera bastante curiosa durante algunos años. La mitad de los pintores de edificios, de los plomeros, de los reparadores de techos, de los zapateros y los obreros que colocaban zinc había desaparecido.”
Francia, sin embargo, NUNCA VOLVIÓ A TENER MONARCA. Por miedo a los trabajadores, la burguesía de la época tuvo que contentarse con la República y cantar la Marsellesa en las paradas militares des Champs Elysées los 14 de julio.
L’Histoire de la Commune de Lissagaray es una obra clásica para la compañera(o) que quiera conocer el testimonio de un periodista de la época y “communard”. Con poco tiempo, sin embargo, se puede leer La guerre civile en France, de Marx, que como muchas obras suyas fue prologada con igual genio que el de Marx por Engels. Marx había estudiado cuidadosamente la evolución política en Francia desde la Gran Revolución de 1789, señalando cómo a través de las revoluciones de 1830 y 1848 el proletariado francés comenzaba a decantarse de la burguesía, porque a medida que se desarrollaba el modo de producción capitalista, imponiendo la esclavitud asalariada de la fábrica, la burguesía se volvía una clase reaccionaria e inconsecuente en la lucha democrática contra los resabios feudales en la Europa Continental (como se vio en las revoluciones del 48 en Renania, Viena, el Norte de Italia y otras partes).
En el 71, poco después de la caída de la Comuna, con la chispa periodística que lo caracterizaba y la indignación moral de un militante de la causa del proletariado, a través de dos Manifiestos de la Asociación Internacional de los Trabajadores que impulsaba desde Londres, Marx hace un relato sucinto y vivo del desarrollo de los acontecimientos, de enorme importancia para entender los errores que cometieron los “communards”, remarcando a la vez la importancia de las medidas sociales, económicas y políticas que intentó poner en práctica la Comuna, un verdadero programa para armar al proletariado internacional en la lucha por construir una sociedad sin la explotación capitalista. En la fase de ascenso del capitalismo que se vivía en ese momento, razón última de la derrota de la Comuna, Marx vio en la misma un signo premonitorio de la lucha de clases cuando el capitalismo se desarrollara plenamente
No por casualidad, varias décadas después, bajo el calor y la inspiración de la revolución rusa, nacida de la guerra y la barbarie capitalista, Lenin profundizará en el programa de la Comuna en su libro “El Estado y la Revolución”, y el gobierno revolucionario intentará asaltar de nuevo los cielos, en todos los decretos y medidas tendientes a acabar con la explotación capitalista y construir una sociedad igualitaria. Este nuevo asalto fracasará, hundiendo en sangre y lodo a los pueblos de la ex Unión Soviética bajo la dictadura de la burocracia estalinista. Ni podemos ni es nuestra intención analizar en esta nota el proceso histórico que llevó a este retroceso, pero en este mayo del 2021 pensar en un nuevo asalto al cielo es inevitable. De Gaza a Bogotá, en medio de los fenómenos el calentamiento global y secuelas de la destrucción ambiental como la pandemia, está planteada la lucha por contra la barbarie capitalista, por una sociedad igualitaria y racional, integrada en un intercambio metabólico con la Biosfera; en una palabra: la lucha por la sobrevivencia de la Humanidad.
La Comuna de París fue el gobierno más democrático que ha existido en la Historia: los diputados obreros podían ser destituidos en cualquier momento por sus representados (mandato revocatorio), no podían ser reelectos en sus puestos, ni podían ganar más que un obrero calificado. De la fábrica al gobierno, y del gobierno a la fábrica tras un período breve, para que no hubiera especialización de una capa de privilegiados, liberados de la obligación de trabajar por el hecho de usurpar los cargos de representación. Toda la sociedad debía asumir directamente la gestión de la economía y el gobierno, turnándose democráticamente en estas funciones. La dictadura del proletariado, de las masas trabajadoras, un estado que se extingue desde el momento mismo que nace, porque a través de la educación capacita a la masa trabajadora para ejercer el poder directamente. Antes de que la revolución degenerara en Rusia en medio de la guerra civil brutal que montaron las potencias capitalistas, vimos un atisbo de esta democracia directa, de las masas trabajadoras, en la anarquía asamblearia (soviética) de los primeros años de la revolución. ¡Un atisbo … que debe plasmarse de nuevo en la realidad!
Cuando se ve toda la corrupción que campea en la “democracia costarricense”. Los padres de la patria renunciando a un reajuste de 9 000 colones, para que no se los repudie por la camisa de fuerza salarial que van a imponer con la Ley de Empleo Público, y porque es más grueso lo que reciben por gasolina, ningún trabajador con inteligencia y dignidad puede ver como una utopía absurda el asalto al cielo de los trabajadores de París en 1871.