QUE EL PUEBLO HAITIANO DECIDA SU DESTINO

15/01/2022
Haití

Por Hugo CEDEÑO, desde República Dominicana



Hace 12 años un devastador terremoto acabó con la vida de más de 300 mil haitianos y destrozó cientos de miles de ellos sin techo.
Centenares de millones de dólares fueron administrados por la Comisión de Reconstruccion que dirigió Bill Clinton sin que hasta ahora se conozca en qué fueron usados.

Lo que está un poquito claro es que las cuentas bancarias de quienes administraron esos recursos crecieron. Los medios de comunicación presentan a Haití como “el más pobre de la bolita del mundo”.  Pero las mineras siguen saqueando sus recursos y los trasatlánticos turístico llegan a sus Islas adyacentes sin ningún tipo de control.La crisis permanente del pueblo haitiano, tiene su origen en el saqueo a que ha sido sometido. Junto a los regímenes tiránicos que ha padecido y una claque burguesa entregada y castrada, desde el punto de vista de clase.
Direcciones de todo pelaje, desde dentro y fuera, se toman el derecho de decidir por el pueblo, incluso, en momentos en que hubo gobiernos “democráticos”, como el de Aristides.

Lo novedoso ahora ha sido que más de 30 organizaciones dominicanas, algunas que se reclaman de izquierda, se atreven a llamar a la Comunidad Internacional para que se haga cargo de Haití, como si la vecina nación fuera un pedazo de papel. La llamada Comunidad Internacional, como EEUU, UE, ONU, OEA, Core Group y otros grupos, incluyendo ONGs, desde hace mucho tiempo tienen el control sobre Haití.

Y los gobiernos de la República Dominicana, apoya la injerencia extranjera y se hacen cómplices de su política. Desde República Dominicana se organizan oleadas represivas contra inmigrantes haitianos, se les niegan sus derechos laborales, migratorios, sanitarios y se invierten miles de millones en militarizar los distintos puntos fronterizos.

Es una falacia que Haití ha sido una carga para el gobierno dominicano, porque los aportes económicos que recibe el fisco por impuestos al comercio fronterizo, los del sector agrario, construcción , turístico, industria azucarera y servicios, están muy por encima de los centavos que invierte el estado dominicano en la “llamada seguridad nacional”. De manera que esas 30 organizaciones dominicanas lo que hacen es pegarse a los gobiernos y organismos para justificar su presencia e intromisión en Haití a fin de garantizar sus intereses, el de los monopolios y el control geopolítico de la región.

Que el pueblo haitiano decida su destino.


La soberanía e independencia nacionales del pueblo haitiano deben ser recuperadas para que sean las grandes mayorías nacionales las que con toda garantía democrática decidan su destino.  El problema ha sido que esta tarea no puede ser impulsada por ninguna fracción burguesa de Haití.

Los únicos que pueden, objetivamente, asumirlas son sus trabajadores y trabajadoras junto a los demás oprimidos y oprimidas de la nación.
Semejante tarea, no se separa de la lucha por construir organismos obreros y populares por fuera de las direcciones burguesas, religiosas y sociales y al mismo tiempo crear equipos de dirigentes y activistas confiables y respetuosos de las decisiones de sus respectivas bases.

Los revolucionarios y revolucionarias de República Dominicana tienen el deber de impedir que desde su país se organicen y ejecuten planes que atenten contra el pueblo haitiano. Hay que oponerse al llamado de las 30 organizaciones, como a la política de persecusión y represión que realiza el gobierno dominicano contra los inmigrantes haitianos.

Defender a Haití es coordinar entre los luchadores de ambas naciones para tener una misma propuesta Isleña tanto contra quienes saquean al pueblo haitiano como al pueblo dominicano. Porque en última instancia, es el mismo plan imperialista. Los beneficiados de que en Haití y en República Dominicana no de haya podido construir direcciones políticas de independencia de clases son las clase exploradoras y opresoras de ambas Naciones. Es esa una gran tarea. Es urgente asumirla sin sectarismo, vanguardismo o auto complacencia.