Cancelación de visa a Óscar Arias y nuestra memoria

14/04/2025
OIP
Arias 1

Ana Marcela Montanaro , Feminista AnticapitalistaAnticolonial

Óscar Arias Sánchez, premio Nobel de la Paz, presidente de Costa Rica en dos ocasiones (1986-1990 y 2006-2010), acusado de acoso sexual en 2019, entre otras tantas vergüenzas. Uno de los hombres con más influencia y poder en este país centroamericano, cuya población se vanagloria, o se vanagloriaba, de ser una democracia perfecta. ¡Un país que va, o iba, de pura vida por el mundo! Los mitos se han ido cayendo.

¡El gobierno de Estados Unidos le canceló la visa a Óscar Arias solo porque esta vez se acercó a China! ¡Ay! El señor Trump y sus berrinches de furia ante la disidencia.

Pero es que, a veces, la justicia se hace poética.

Óscar Arias, la figura más importante del Partido Liberación Nacional, muy amigo de Felipe González, por cierto, fue quien torció brazos institucionales para ser reelecto presidente de Costa Rica. Lo logró ejerciendo su influencia en los magistrados de la Sala Constitucional. Ganó la elección presidencial el primer domingo de febrero de 2006. Ese domingo, el Tribunal Supremo de Elecciones paralizó la votación a medianoche. En la casa liberacionista estaban perplejos: ¿perderían las elecciones nacionales? Hubo voces sobre la posibilidad de un fraude que quedaron en eso, en suposiciones. “Sobrado, está sobrado”, decían las pegatinas que se referían al magistrado presidente del Tribunal Electoral costarricense, tan cercano al poder liberacionista.

Óscar Arias llegó a su segundo mandato. Su objetivo: decir sí a los Estados Unidos y lograr que se aprobara el Tratado de Libre Comercio de Centroamérica y el Caribe con Estados Unidos, el TLC. Hacerlo era su prioridad y se valdría de todo para conseguirlo. Él, un vasallo de los Estados Unidos, educado en la monarquía criolla costarricense. Con su aire de imperio tico, pero sobre todo con su arrogancia y su ego de andar y hablar pausado. Arias Sánchez y sus amigos en el Partido Unidad Social Cristiana, los ricos y una institucionalidad débil, asentada y permeada por el clientelismo criollo histórico. Aplaudido por miles. Arias Sánchez tenía el poder.

El TLC abrió las puertas de par en par a la privatización de las telecomunicaciones en manos del Instituto Costarricense de Electricidad; abrió el camino a la privatización de las semillas, a la competencia antes que a la soberanía alimentaria. Un TLC que, bajo el mantra del “libre comercio”, cedía la soberanía del país.

Óscar Arias impulsó el TLC. Lo hizo con el apoyo de los grandes empresarios, del gran capital financiero, de la jerarquía de la Iglesia Católica y de muchas iglesias pentecostales. Lo hizo con el apoyo de la Embajada de los Estados Unidos. Lo hizo con el apoyo de su supuesto archienemigo político, con el que ya se daba muchas veces la mano y besos: el Partido Unidad Social Cristiana. Ese bipartidismo que seguía sumando y profundizando, desde la década de los ochenta, las políticas públicas para hacer de Costa Rica un país cada día más desigual al compás de los mantras neoliberales de libre competencia, libre mercado, privatización, eficiencia y prosperidad.

Óscar Arias prometió a las personas trabajadoras de empresas de maquila que no solo tendrían trabajo, altos salarios y lujos, sino que las personas explotadas y mal pagadas tendrían automóviles BMW, motocicletas y nuevos aeropuertos. “Nunca más en autobús al trabajo, todos con Mercedes Benz”, decía Óscar Arias. También prometía destruir el río Diquís.

Óscar Arias era presidente cuando su vicepresidente, Kevin Casas, y su sobrino, Fernando Sánchez, diputado nacional, redactaron y montaron el Memorándum del Miedo, un documento vergonzoso, violento, corrupto y clasista que se reía en la cara de la institucionalidad costarricense. Por cierto, Óscar Arias avaló ese memorándum de vergüenza. Por cierto, Óscar Arias, con el apoyo de los diputados cercanos y del Partido Liberación Nacional, lo cumplió paso a paso. El “Memorándum del Miedo” propuso usar miedo, recursos públicos, presión a alcaldes y propaganda masiva para asegurar el “SÍ” al TLC además de otras prácticas antidemocráticas.

Mientras tanto, Óscar Arias, quien decía que gobernaba Costa Rica, lo hacía como una dictadura en democracia.

Frente al TLC, ante aquel despropósito, nos unimos las de a pie, quienes, con la voz fuerte, dijimos: “No al TLC, sí a la justicia social”. Mientras tanto, el presidente Arias dividía a los costarricenses en halcones, aquellos sus súbditos, que decían sí al TLC. A los demás nos llamaba despectivamente caracoles; se refería así a quienes decíamos NO al TLC, quienes luchábamos por construir un país diferente, con un horizonte liberador.

La lucha contra el TLC la dimos en la calle, con la dignidad desbordada. Nos enfrentamos a la prensa, nos organizamos en los “comités patrióticos”, sin dinero pero con alegre rebeldía, sin dinero pero con la fuerza del arte, la creatividad y la palabra de cercanía. Nos enfrentamos al poder y a la misma institucionalidad tomada por Óscar Arias, por el Partido Liberación Nacional y por el mismo Partido Unidad Social Cristiana que, a pesar de tener a dos expresidentes en el ojo de la justicia por corrupción, ejercía su cuota de poder.

Ellos, los criollos neoliberales, condescendientes con el gran capital trasnacional y asintiendo a lo que decía Estados Unidos, esos que solo han pensado en sus intereses, en sus amigos y en su riqueza, usaron el clientelismo político, dieron rienda suelta a provocar la intolerancia, la coerción, las prácticas propagandísticas de las mentiras y usaron todas las estrategias de miedo para lograr los votos.

El 7 de octubre de 2007, Costa Rica fue al referéndum para responder a la pregunta: “¿Aprueba usted el Tratado de Libre Comercio República Dominicana, Centroamérica-Estados Unidos?”. Los que decíamos NO al entreguismo y SÍ a otra Costa Rica posible perdimos el referéndum; ganó el SÍ al TLC por pocos votos. Algunos, con pruebas en mano, aseguraron fraude en las urnas. No logró probarse. Pero el fraude mediático, ese sí que hubo, igual que muchísimo dinero a favor del “SÍ”.

¿Cómo no recordar aquí a Ana Elena Chacón? Esa misma que, cuando fue diputada, fue a la Embajada de los Estados Unidos en Costa Rica para decir que el movimiento contra el TLC recibía financiamiento del chavismo venezolano. Esa señora que llegó a ser vicepresidenta por el Partido Acción Ciudadana, nombrada luego embajadora en España por Carlos Alvarado. Ana Elena Chacón, amada, por cierto, por las feministas de la prosperidad criolla neoliberal y el movimiento LGTBI pinkwashing.

La administración de Carlos Alvarado y el PAC terminaron de abonar el camino a la desigualdad y al hastío social que abonaron sus antecesores criollos neoliberales, la monarquía criolla PLN y PUSC. Alvarado, con gran pompa, nombró a Rodrigo Chaves Robles como ministro.

El señor Rodrigo Chaves es el actual presidente de Costa Rica. Él, con su estilo trumpista. Chaves, quien grita, quien miente, quien gobierna para los ricos y sus amigos, pero que es amado por la gente hastiada y con miedo. Chaves es, hoy por hoy, el vocero vasallo de Estados Unidos. Su genuflexión constante frente a Trump, igual que lo han hecho la mayoría de sus predecesores.

En 2019, Arias fue denunciado por violencia sexual. Vamos, igual lo fue el actual presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves Robles. Ambos comparten no solo ser vasallos de Estados Unidos, sino ser hijos sanos del patriarcado. También comparten ser mentirosos y jugar con el hambre y la dignidad de la gente.

Arias Sánchez aún tiene mucho poder, con visa o sin visa; ha sido un vasallo monárquico y de guante blanco de los Estados Unidos. Mientras que Rodrigo Chaves Robles es el vasallo vulgar y sin corbata de los Estados Unidos. Pero Chaves, como buen súbdito, no tiene vergüenza ni le preocupa eso de que le retiren la visa a Arias, aunque la acción claramente implica seguir sometiendo a todo un país. La bota gringa, la de Estados Unidos, tarde o temprano alcanza a todos, incluso a los vasallos. Ni Mr. Chaves se escapará. Talvez no sólo le cancelarán la visa, sino que a lo mejor otros castigos le caerán encima. Porque para los Estados Unidos no hay amigos; para Estados Unidos solo hay intereses.

Hoy hay una obligación ética de la izquierda para reconstruir la dignidad, de dar voz y presencia a quienes han sido excluidos de la democracia criolla elitista, clientelar e insuficiente; corresponde, con valentía, enfrentar el avance de las extremas derechas criollas y extranjeras.
¡Costa Rica digna y soberana! Estados Unidos fuera de nuestras decisiones.

¡Que la creatividad nos acompañe! Pan, techo y alegría para todas.

Ana-Marcela Montanaro

@marcemontanaro

03 de abril de 2025

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