(II) A OCHENTA AÑOS DEL ASESINATO DE LEÓN TROTSKY

11/02/2021
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Bandera Roja está al servicio de la unidad de acción contra el Estado capitalista y sus agentes políticos y procura ser además una tribuna para el debate crítico y autocrítico del movimiento obrero – popular y la intelectualidad anticapitalista. En su sección de Opinión se publican artículos que no necesariamente reflejan la línea editorial del periódico digital, pero son contribuciones muy valiosas para la reflexión y el debate colectivo.

Reproducimos a continuación una serie de artículos publicados originalmente el año 2020 por el compañero Rogelio Cedeño Castro.

Segunda Parte

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense.

El asesinato de Lev Davidovich Bronstein, León Trotsky (1879-1940), por parte de un agente de la KGB estalinista, fue un hecho ocurrido hoy hace ochenta años, entre el 20 y el 21 de agosto de 1940, día este último en que falleció en la Clínica de la Cruz Verde, en la Ciudad de México, como consecuencia de las graves heridas en su cabeza, ocasionadas por un golpe con un piolet de alpinista que el asesino le infligió, mientras revisaba un texto que aquel le llevó a su casa de la Calle Viena de Coyoacán (Hoy  Instituto del Derecho de Asilo MUSEO CASA DE LEÓN TROTSKY), con su muerte trágica y violenta se cerraba un ciclo histórico que había empezado con la revolución rusa, hacía apenas unos 23 años, y así “…se deslizó hacia el despeñadero de los proyectos fracasados el intento de utopía social más trascedente de la historia” (Leonardo Padura, prólogo a la segunda edición del libro “TROTSKY EN MÉXICO y la vida política en tiempos de Lázaro Cárdenas (1937-1940) Ediciones Era México 2012”, de la socióloga e historiadora mexicana Olivia Gall.

Su asesinato marcó, al menos en términos históricamente más notorios, el punto final del exterminio de una extraordinaria generación de líderes revolucionarios, quienes en 1917 habían estado al frente de una de las revoluciones más importantes de la historia contemporánea, con este hecho, tan siniestro y retorcido en toda su concreción, no importa desde que ángulo se le mire, concluía el exterminio sistemático de la gran mayoría de los integrantes del comité central bolchevique que estuvieron al frente de la revolución rusa de octubre de 1917. Para entonces ya Zinoviev, Kamenev, Bujarin, Radek, Piatakov, Antonov Ovsenko y muchos otros que nos resulta difícil enumerar, ya habían sido ejecutados por los pelotones de fusilamiento, durante y como resultado de las purgas que acompañaron a los llamados “procesos de Moscú”, un espectáculo digno de la Inquisición Española y del mismísimo Torquemada, ocurridos durante los años de 1936 a 1938, como consecuencia de los cuáles se acusó de ser “enemigos del pueblo” a casi toda la dirigencia bolchevique de 1917, mientras que al mismo tiempo eran ejecutados miles de dirigentes intermedios y de base del susodicho partido, un “bolchevismo” mediatizado por el estalinismo, de cuya cultura organizacional y espíritu , o ethos revolucionario de los tiempos de Lenin, sólo quedaban la franquicia y los elementos simbólicos ya tergiversados en su sentido más profundo.

Para la socióloga e historiadora mexicana Olivia Gall: “Lev Davidovich Bronstein (quien había dicho en su testamento: “ La vida es bella. Que las generaciones por venir la limpien de todos los males, de la opresión y de la violencia y que la gocen a fondo”) formaba parte de ese pequeño núcleo de revolucionarios de principios del siglo XX para quienes la estrella a de la Revolución Rusa seguía alumbrando un camino que, gracias a ella, la oscuridad del largo período contrarrevolucionario de 1920 a 1940 no lograba opacar. En 1940 ya no quedaban muchos hombres que, como Trotsky, conservaran tal fe en el hombre y en el futuro, esa clase de fe que- con sus propias palabras- “les daba un poder de resistencia que jamás ninguna religión podría dar”. Los que no habían muerto entre las garras fascistas habían sido eliminados por el terror estalinista, o bien, totalmente desmoralizados, confundidos o aterrorizados, habían abandonado el campo de la batalla revolucionaria”. (Olivia Gall op. cit p. 353). Seguiremos con el tratamiento de estos temas.