Qatar: La otra cara del Mundial

06/12/2022
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por Mariano Salas del Grupo Socialista Obrero (GSO) México.

Qatar –un país con menos de tres millones de habitantes, 80 % de ellos extranjeros— es sede del más polémico campeonato mundial de futbol desde 1978, cuando tocó a Argentina ser la organizadora de la lid futbolística. En ambos casos, los dirigentes de la FIFA (Federación Internacional de Futbol Asociación) cedieron el privilegio de organizar la justa a gobiernos genocidas y violadores bestiales de los derechos humanos para ayudar a lavarles la cara. En uno y otro caso hubo millones de dólares en mordidas a los que decidían quiénes serían los privilegiados.

En el caso qatarí, una vez confirmado que serían sede, forzaron a decenas de miles de trabajadores (procedentes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh o Sri Lanka) a jornadas sumamente exhaustas de 16 y 18 horas al día[1] y sin descanso semanal para la construcción de los estadios. Una de las consecuencias fueron decenas de miles de accidentes con seis mil 500 muertos aproximadamente y miles de discapacitados (en diez años, cuando el país comenzó a prepararse para acoger el Mundial), que ni a unos ni a otros se les reconoció como accidentes de trabajo por lo que no recibieron, ni ellos ni sus familiares, ningún tipo de indemnización.[2] Por ello el régimen de trabajo fue clasificado por organismos internacionales como esclavista (Fundación para la Democracia Internacional).[3] Además, las jornadas impagas fueron la costumbre y cualquier protesta era duramente castigada.

Hasta la Organización Internacional del Trabajo (OIT-ONU) –fiel colabora de las autoridades qataríes—ha reconocido que muchos trabajadores migrantes siguen teniendo trabas para cambiar de trabajo por la estricta aplicación de un sistema de patrocinio o ‘kafala’[4] que prácticamente ata al empleado con su patrón, lo que “crea el trabajo forzado”. Lo más que hace la OIT es que “espera que “todos los trabajadores y empleados” puedan beneficiarse de las reformas sobre movilidad laboral en el sistema ‘kafala’, para lo cual se ha comprometido a seguir colaborando en el futuro con las autoridades locales y supervisar la evolución de unas reformas reclamadas de forma insistente por las organizaciones defensores de los Derechos Humanos.

Los trabajadores tampoco tienen derecho a sindicarse,

 

Un Mundial insostenible

Debido a estas temperaturas, y que las obras son realmente faraónicas, siete de los ocho estadios tendrán un sistema de refrigeración que llevará la temperatura a 22 grados: el evento generará 3.6 millones de toneladas equivalentes de CO2, contra los 2,1 millones durante la última edición en Rusia en 2018, según un informe de la FIFA.

Según Carbon Market Watch, la huella de carbono que queda tras la construcción de los estadios podría ser ocho veces superior. La organización cuestiona además que las megaconstrucciones vayan a ser utilizadas después del Mundial en un país con menos de tres millones de habitantes.

 

Discriminación y poca diversidad

Qatar es un país con normas culturales y religiosas que rozan la violación de los derechos humanos. En general, se recomienda vestir cubriendo los hombros y que los pantalones lleguen por debajo de las rodillas, está restringido el consumo del alcohol, no son bien vistas las muestras de afecto entre parejas y es mejor no quedarse mirando a la gente o fotografiarla sin permiso. Escupir en la calle o tirar basura al suelo está sancionado y hay tolerancia cero con las drogas.

Más allá de estas ‘normas’, hay cuestiones muy graves como que la homosexualidad sigue siendo un delito en el país, donde ni siquiera se permite a personas homosexuales poder donar sangre o se pide a los aficionados al fútbol que eviten las muestras de afecto en los estadios durante el Mundial. Las violaciones y opresión a las mujeres y niñas son “normales”, lo mismo que la violencia sobre los emigrantes, etc.

[1] Fundación para la Democracia Internacional (ONU) asegura en un informe que los trabajadores han estado obligados a trabajar entre 16 y 18 horas diarias, 7 días a la semana, realizando tareas al aire libre y soportando temperaturas que alcanzan los 50 grados.

[2] Human Right Watch ha exigido a los patrocinadores del Mundial y a los socios corporativos de la FIFA para que presione al Gobierno de Qatar para que compensen a las familias de los migrantes muertos o heridos durante la preparación del evento deportivo. Amnistía Internacional ha pedido al Gobierno de Qatar que investigara las muertes, pero nada.

[3] La Fundación subrayaba que habrían fallecido 12 personas por semana desde el 2010.

[4] Una especie de encomienda en la que el patrón “acoge” al trabajador bajo su custodia paternal y le puede imponer un régimen muy severo.