¿Se elige al próximo presidente de Costa Rica el 6 junio?
¡Pareciera que sí y que va a ser Figueres! No veo que se asome ningún Bukele.
Por Manuel Sandoval
La semana pasada quería escribir una nota sobre el impacto de Bukele en Costa Rica, porque en este país tan dado a imitar “the american way of life and politics”, con la irrupción del narco en la Asamblea Legislativa en operaciones comerciales con diputados de los principales partidos burgueses y evangélicos, podría parecer que el terreno está abonado para que emerja un Bukele tico. Tengo dudas, sin embargo, si va a haber tiempo para eso. El escenario de las elecciones de febrero se está montando con las mismas figuras gastadas de elecciones anteriores. Analizar el fenómeno del político salvadoreño puede servir, sin embargo, para entender hacia adónde apunta el proceso electoral en Costa Rica.
Bukele debe estar protegido por fuerzas sobrenaturales, porque había escrito varios párrafos sobre el hombre y un apagón se los acaba de llevar y la computadora no quiso recuperarlos; vamos a tener que dejar para otra ocasión un ajuste de cuentas más detenido con este representante de la oligarquía salvadoreña, un fenómeno que no es tan original como nos lo presentan. Duharte en Filipinas, Bolsonaro en alguna medida, el demagogo salvadoreño y algún otro tipo de menos verborrea populista y carisma por allá, son un fenómeno que acompañó como la sombra al cuerpo a Trump, recibiendo impulso desde “Think tank” yanquis (círculos de extrema derecha que tratan de determinar la política en Washington).
Sería incorrecto, sin embargo, ignorar las raíces, profundamente salvadoreñas, que llevan a la aparición en primer plano del escenario político centroamericano de este empresario del sector de la burguesía salvadoreña de origen árabe, formado en Estados Unidos. El pueblo salvadoreño depositó su confianza en la guerrilla del FMLN para que tomara el poder y acabara con la explotación capitalista y la miseria, y con la rendición de la guerrilla vía los famosos acuerdos de paz en que estuvo la mano de Oscar Arias, el FMLN traicionó las expectativas populares y se integró al estado burgués, al que se le renovó la fachada con colores de democracia burguesa para engañar a las masas salvadoreñas.
Bukele nace del deterioro de las condiciones de vida del pueblo salvadoreño, y del coqueteo del FMLN con fracciones de la burguesía. Ascendió a las alcaldías de Nuevo Cuscatlán y San Salvador con los votos del FMLN, y cuando tuvo fuerza para darles una patada en el trasero, se las dio y ganó las elecciones del 2019.
El tiempo pasa rápido, pero deja huella. En los últimos treinta años, como parlamentarios, y luego desde el gobierno, los Comandantes y cuadros del FMLN entraron en negocios con la burguesía, cayendo inevitablemente en los “deslices” de corrupción que chocan a las masas. La sangre y los sacrificios del pueblo apoyando a la guerrilla principalmente sirvieron para que engordaran algunos comandantes, como en la Nicaragua de los Ortega. La descomposición del capitalismo en El Salvador (un país que depende de las remesas que envían casi tres millones de salvadoreños refugiados en Estados Unidos) disparó la violencia de las maras, al no existir sin ningún futuro para la juventud de los sectores más pobres de la población. Como Duharte en Filipinas, Bukele ganó terreno y finalmente accedió al gobierno, con un discurso cada vez más duro de guerra contra la delicuencia y la corrupción de los partidos políticos tradicionales y el FMLN, que fue su aliado mientras le ponía los votos.
Prometo que en otra nota analizaré hasta donde puede brillar la estrella de Bukele; la del filipino se está apagando (su mandato termina en diciembre y no va a poder reelegirse), pero deja el país sumergido en más miseria y violencia. Por ahora se trata de regresar a Tiquicia y ponernos una mascarilla con filtro, de las quirúrgicas, para asomarnos un poco a la cloaca de los partidos burgueses.
El discursito anti-corrupción y antidelicuencia lo ensayó en Costa Rica, en la anterior campaña electoral, Juan Diego Castro, y sólo le funcionó muy limitadamente, en sectores medios conservadores especialmente, porque más allá de estos sectores Juan Diego aparecía como parte del “establishment” político tradicional (fue ministro de seguridad pública de Figuerillos), y resultaba grotesco con sus desplantes de matonismo y machismo.
Aunque nada puede afirmarse rotundamente, todo apunta a que el próximo presidente va a ser Pepillo Figueres. La pandemia ha alterado la dinámica normal de precandidaturas y convenciones en los partidos burgueses, y cuando el país logre regresar a la normalidad por ahí de setiembre el tablero con los candidatos para febrero va a estar definido y como señalábamos al inicio difícilmente podría haber sorpresas. En los partidos burgueses y evangélicos vienen las mismas figuras de siempre y “muchachas(os)” ambiciosos y serviles como los que rodean a Carlitos en Zapote.
Figuerillos se va a imponer como candidato del PLN gracias a un pequeño aparatito tendencial y al acuerdo con Desanti. Una convención con poco más de veinte mil votantes, un veintavo de lo que normalmente participaría, es el mejor terreno para lograr la candidatura. El reto hacia febrero es mayor, pero la estructura que ha ido montando Figueres le da ventaja sobre el resto de los partidos burgueses. Por el nivel de bajeza que existe entre los políticos del PLN es probable que Figuerillos compre a los otros precandidatos después del 6 de junio y que comience a fortalecerse al aparecer como el probable vencedor en febrero, lo que le permitiría llegar a la Presidencia en medio de la indiferencia generalizada de la población. Se devela así que el sistema democrático-burgués no es tan democrático como lo pintan. Gracias al poder del dinero, y a la pandemia, la manipulación de unos pocos miles de gentes le va a permitir a Figuerillos hacerse por adelantado de la Presidencia de la República.
La gran burguesía costarricense ve con desconfianza -y con razón, por la gran ineptitud que han demostrado los diputados evangélicos en la Asamblea Legislativa-, la posibilidad de que Fabrizio gane las elecciones. Orando con el narco, sin responder a las expectativas de los sectores populares que los catapultaron en las anteriores elecciones, no parece, sin embargo, que los partidos evangélicos vayan a emerger de nuevo con la misma fuerza que en las anteriores elecciones.
Para el gran capital, que huele que la crisis del país se va a disparar, el partido más coherente para que profundice la reforma fiscal y el desmantelamiento del Estado es el PLN. Sin embargo, Figuerillos, con algo de atorrante y demagogo, no es “potable” en grandes sectores de la burguesía. Nosotros colegimos de esto que Figueres le va a hacer mucha concesión a las otras fracciones del PLN después de las elecciones internas del próximo domingo, y que va a ser muy cuidadoso a la hora de hacer demagogia y promesas para despertar el entusiasmo de los sectores populares. Con el rabo de Alcatel, la lengua cortada, y el peso de la edad, Figuerillos no podría ser ni la sombra de Bukele.
Resta por analizar entonces, si el Frente Amplio tiene alguna posibilidad de levantarse como una alternativa.
A nosotros no nos parece. Cuando el Frente Amplio le dio la espalda a las movilizaciones de Rescate Nacional en setiembre y octubre del año pasado, y denunció, haciéndose coro de la burguesía, la violencia de los bloqueos, nos parece que se aisló de los sectores populares más combativos. El Frente Amplio ha sido cómplice del gobierno con Patricia Mora de ministra y ahora Villalta se puso a lavarle el rabo a los diputados de la burguesía poniéndolos de acuerdo para que no se hicieran un pequeño reajuste salarial, cuando viene el congelamiento generalizado que impone el proyecto de Ley de Empleo Público.
Como la cúpula de RESCATE NACIONAL no tuvo la visión de inscribir este movimiento como partido político, las elecciones de febrero van a desenvolverse en medio de una gran indiferencia de los sectores populares. Algo que terminará preocupando a la burguesía, por el ejemplo del estallido de Colombia y otras explosiones que vienen en camino en Latinoamérica a medida que pase la pandemia. Sin candidatos representativos del movimiento de masas por los que votar, pareciera que estas elecciones van a dejar en claro que el camino para el pueblo es la lucha en las calles.
Hay que ponerle mucha atención, por eso, a los mecanismos de autodefensa con que las masas colombianas están enfrentado la represión de Duque.